Reoriente • vol.1, n.2 jul/dez 2021 • DOI: 10.54833/issn2764-104X.v1i2p207-211 211
III
En congruencia con el planteamiento de Gandásegui al respecto, el éxito o fraca-
so de dicho modelo, y sus consecuencias sobre la crisis de hegemonía, puede ser
analizado en relación con los objetivos perseguidos y logros alcanzados, en función
de sus consecuencias económicas y sociales internas y globales o, particularmente,
poniendo en el centro la disputa política entre dos proyectos de clase, económicos
y de nación: primero, el dominante, promovido por el sector capitalista nanciero,
neoliberal y globalizador, que tiene su base de sustentación ideológica y política en
la llamada clase dirigente, aglutinada en torno al llamado establishment, un círculo
político conformado por miembros de la clase política más poderosa del país, y se-
gundo, el proyecto de la clase capitalista industrial, nacional, hegemónico durante el
largo periodo previo de hegemonía hemisférica de Estados Unidos, integrado por el
sector de clase heterogéneo, vinculado al sector industrial tradicional, desplazado en
la estructura de poder durante el largo periodo de dominación neoliberal, que de-
ende y plantea como única alternativa frente a la crisis interna, económica, social, la
armación del Estado nación frente a la lógica globalizadora de libre mercado.
Esta estructura bicéfala del poder mantiene su expresión política a través de los
dos partidos tradicionalmente hegemónicos: el Partido Demócrata y el Partido Re-
publicano, apoyados además en otros aparatos y organizaciones formales e infor-
males de promoción, comunicación, movilización y proyección social y política. La
crisis de hegemonía de Estados Unidos, en este sentido, expresa la existencia y dis-
puta de dos sectores de la clase económica y política dirigentes con concepciones y
proyectos encontrados, en un momento o coyuntura en la que, desde la sociedad
civil, se ha puesto en cuestión la viabilidad de uno u otro proyecto, como vía de salida
de la crisis de hegemonía. No obstante, el proyecto promovido por el establishment
fue dominante por lo menos desde la administración de Reagan, al inicio de los años
ochenta hasta el nal de la gestión de Obama, a comienzos de 2017, sin una aparente
oposición, orientada ideológica y políticamente por criterios económicos de libre
competencia y la idea de un mundo sin fronteras, enfocado en la defensa, promoción,
mantenimiento y consolidación del “nuevo” orden global neoliberal.
La llegada de Trump al poder, en las elecciones de noviembre de 2016, se produjo
en ese entorno. Fue resultado de esa crisis, decantada momentáneamente a favor del
proyecto emergente antiglobalizador, nacional, con el énfasis altamente conservador
impuesto, que evidenció la ideología y personalidad excéntrica del propio candidato
republicano. Trump fue visto por la contraparte o establishment como “un gran dis-
ruptor del orden mundial”, además de ser señalado por lo que consideraron un “na-