Cambios y tendencias del capitalismo dependiente latinoamericano en la fase neoimperialista
Georgette Ramírez Kuri*, Thays K S Fidelis ** e Branca Ayelén ***
Com o objetivo de contribuir para a compreensão da realidade social latino-americana na atual fase neoimperialista, retomamos as contribuições de Ruy Mauro Marini sobre o capitalismo dependente e sobre as transformações históricas dos padrões de reprodução do capital. Considerando a relação dialética entre dependência e imperialismo, a co-determinação entre Estado e capital e a crise estrutural capitalista como características do imperialismo, articulamos as teses da teoria marxista da dependência sobre os tipos de desenvolvimento capitalista dependente e as distintas modalidades do padrão neoliberal. Defendemos a necessidade de mudanças estruturais para a transição a uma fase de superação da dependência.
Con el fin de contribuir a la comprensión de la realidad social latinoamericana en la actual fase neoimperialista, retomamos los aportes de Ruy Mauro Marini sobre el capitalismo dependiente y las transformaciones históricas de los patrones de reproducción del capital. Considerando la relación dialéctica entre dependencia e imperialismo, la codeterminación entre Estado y capital, y la crisis estructural capitalista como característica del neoimperialismo, articulamos los planteamientos de la
* Licenciada, maestra y doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México y docente en la Facultad de Filosofía y Letras de dicha institución. Realizó estancias internacionales de posgrado en la Universidad Federal de Río de Janeiro en 2016 y en la Universidad de Buenos Aires en 2019. Integrante del Sistema Nacional de Investigadores mexicano, así como del grupo de trabajo “Marxismos y resistencias del sur global” del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).
https://orcid.org/0000-0001-8859-7566
** Doctoranda en Trabajo Social en la Universidade Federal de Alagoas con estancia de investigación doctoral en el Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México. Coordinadora del libro Economia, política e dependência: contribuições para análise do Estado e da superexploração da força de trabalho no capitalismo dependente. http://lattes.cnpq.br/7930145942348252
http://orcid.org/0000-0002-8713-0451
*** Profesora y Licenciada en Filosofìa por la Universidad de Córdoba (UNC), Argentina; becaria doctoral de CONICET con lugar de trabajo en el Centro de investigación de la Facultad de Filosofìa y Humanidades, y estudiante del Doctorado en Estudios Sociales de América Latina, Centro de Estudios Avanzados, Facultad de Ciencias Sociales, UNC. Realizó estancias internacionales de posgrado en la Universidad de Granada en 2021 y en la Universidad Federal de Goiás y en la Universidad Nacional Autónoma de México en 2022.
https://orcid.org/0000-0002-8197-9227
teoría marxista de la dependencia sobre los tipos de desarrollo capitalista dependiente y las modalidades diferenciadas del patrón neoliberal. Planteamos la necesidad de cambios estructurales para transitar a una fase de superación de la dependencia.
Aiming to contribute to the understanding of the Latin American social reality in the current neo-imperialist phase, we return to Ruy Mauro Marini’s contributions to dependent capitalism and the historical transformations of capital reproduction patterns. Considering the dialectical relationship between dependency and imperialism; the co-determination between State and capital, and the capitalist structural crisis as a characteristic of neo-imperialism, we articulate the approaches of the Marxist dependency theory on the types of dependent capitalist development and the differentiated modalities of the neoliberal pattern. We raise the need for structural changes to move to a phase of overcoming dependency.
Introducción
El objetivo del presente artículo es contribuir al análisis y caracterización de la realidad social latinoamericana contemporánea retomando las categorías y la perspectiva metodológica que se despliega desde la teoría marxista de la dependencia (TMD). En particular, se recuperan los aportes analíticos e históricos de Ruy Mauro Marini en la caracterización de las formaciones sociales latinoamericanas, inscritas en una matriz capitalista dependiente cuyos patrones de reproducción del capital se transforman a lo largo del tiempo.
Buscamos indagar en torno a los efectos de la actual crisis mundial capitalista en América Latina (AL), específicamente sobre el patrón dependiente de acumulación y reproducción del capital, para comprender los cambios en la dinámica social y política que se expresan en la derechización y radicalización de gobiernos neoliberales, así como en los diversos proyectos de gobiernos progresistas que intentan salirse de los márgenes neoliberales.
Frente a un panorama abigarrado y acelerado, sostenemos la necesidad de desarrollar herramientas que permitan una interpretación de la coyuntura no “coyuntura-lista”. Salir de lo inmediato, emprender una búsqueda paciente, un ejercicio de refle-xión teórica y epistemológica acerca de la historia de nuestros pueblos, sus luchas y desafíos. Es necesario hacer análisis de coyuntura anclado en lo histórico estructural, persiguiendo una perspectiva integral y desde la totalidad, que supere la fragmenta-ción de la realidad tanto en parcelas disciplinarias (políticas, sociales, económicas, culturales) como territoriales (escisión de análisis en marcos nacionales) y temáticas (hiperespecialización).
La TMD, surgida al calor de las luchas y desarrollo del pensamiento crítico latinoamericano de finales de los años sesenta y principio de los setenta, presenta categorías y herramientas de análisis estructural y coyuntural, en una consideración del capitalismo como proceso global, cuya dinámica conflictiva y contradictoria tiene modalidades diferentes en las diversas formaciones sociales.
Entendemos que esta teoría se desarrolló desde el trabajo intelectual y político conjunto en espacios como el Partido Política Operária (POLOP) en Brasil, el Centro de Estudios Sociales (CESO) en Chile y el intercambio en diversos espacios de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde convergieron sus autores fundacionales: Ruy Mauro Marini, Vânia Bambirra y Theotônio dos Santos.
Ruy Mauro Marini, como referente de esta tradición teórica, elaboró estudios sis-temáticos respecto a la categoría de la dependencia. Enfocado en una crítica a la economía política, aportó herramientas de análisis para articular las múltiples di-
mensiones que configuran el capitalismo latinoamericano en relación al capitalismo en general, trazando las coordenadas que reconstruyen el vínculo orgánico entre la acción política, la lucha de clases, el Estado y los procesos de acumulación de capital.
En nuestro ejercicio no sostenemos una mirada dogmática que busque encontrar en la propuesta de Marini una respuesta absoluta, sino recuperarla y dar continuidad a los estudios sociales complejos. Lejos de la pretensión de ponerla a prueba como si se tratara de la aplicación de un marco estático a una realidad transparente, intenta-mos contribuir al planteamiento del problema en el presente.
En este trabajo entrelazamos la relación dialéctica entre dependencia e imperialismo planteada por Marini, delineando los patrones de acumulación y reproducción en el capitalismo latinoamericano, con el desarrollo histórico de la tipología elaborada por Bambirra, basada en el proceso de industrialización como “[…] forma más avanzada de organización social de la producción” (BAMBIRRA, [1974] 1999, p. 48, cursivas nuestras), desde la cual el capitalismo se impuso como modo de producción predominante.
Concordamos con la afirmación de Bambirra respecto a que la tipología es un recurso analítico que está sometido a las variaciones de la realidad. Por ello, para analizar el proceso de desindustrialización en la región (del cual advirtieron Marini y Bambirra) y la subsecuente transición hacia el patrón neoliberal dependiente, recur-rimos a los planteamientos desarrollados por Adrián Sotelo basados en el análisis del patrón de acumulación y reproducción del capital. El autor propone dos modalidades en las que se expresa este patrón en la actualidad, como consecuencia de los cambios en la dinámica general capitalista en la crisis mundial vigente.
En este marco analítico, formulamos las preguntas que orientan el desenlace del artículo: en la base estructural de las dinámicas sociopolíticas convulsas en AL expre-sadas en las oleadas de gobiernos progresistas, en los casos de derechización, en las respectivas políticas económicas que implementan marcando tendencias de reindustrialización o reprimarización, ¿es posible identificar una transición hacia un nuevo patrón de acumulación y reproducción de capital en AL? ¿Cuáles son los efectos estructurales de la crisis mundial capitalista en la región, más allá de las coyunturas actuales?
De esta manera, en la primera parte, recuperamos aportes teóricos y metodológicos de Ruy Mauro Marini sobre la relación dependencia e imperialismo y la comprensión de los cambios estructurales y tendencias históricas del capitalismo latinoamericano. En la segunda parte, en un grado menor de abstracción y en vistas de acercarnos a las problemáticas de los Estados dependientes en la actualidad, retomamos la caracterización de István Mészáros sobre las crisis capitalistas, la función del
Estado y su relación con el capital. Para avanzar en la comprensión de las características del capitalismo dependiente en la actualidad, presentamos las particularidades que asume la relación neolibealismo-neoimperialismo, recuperando el análisis de Sotelo.
Finalmente, en la tercera parte, presentamos la articulación mencionada entre la tipología desarrollada por Bambirra sobre los procesos diferenciados de industrialización en los países dependientes latinoamericanos, los planteamientos de Marini respecto a la desindustrialización, y las modalidades del patrón dependiente neoliberal que caracteriza Sotelo. Todo ello con el fin de analizar, en un nivel más concreto, los cambios y tendencias actuales en el capitalismo latinoamericano.
El capitalismo dependiente latinoamericano desde Ruy Mauro Marini
Como referente teórico de la corriente marxista de los estudios sobre la dependencia, el concepto desarrollado por Ruy Mauro Marini se presenta como una categoría histórico-estructural que especifica las particularidades del modo de producción capitalista en AL a partir de la constitución de los Estados nacionales con independencia política formal. Circunscrita a un momento concreto del desarrollo del capitalismo en general, la dependencia remite a consecuencias determinadas para las formaciones sociales latinoamericanas que se expresan en una serie de mecanismos particulares, característicos del modo de producción capitalista en diferentes fases del desarrollo – entendidas éstas como una distinción analítica del estudio de la historia, no en un sentido evolutivo, lineal ni teleológico.
Marini no intentó postular una teoría general sino dialéctica a partir de la cual estudió los mecanismos y la legalidad histórica propias del capitalismo dependiente, como consecuencia y condición del desarrollo capitalista a nivel mundial. Tal abor-daje complejiza miradas, tanto internalistas como externalistas, al mostrar el modo en que estructuras internas y relaciones externas se condicionan mutuamente. En términos generales, Marini definió la dependencia como una
[…] relación de subordinación entre naciones formalmente independientes, en cuyo marco las relaciones de producción de las naciones subordinadas son modificadas o recreadas para asegurar la reproducción ampliada de la dependencia. El fruto de la dependencia no puede ser por ende sino más dependencia, y su liquidación supone necesariamente la supresión de las relaciones de producción que ella involucra. (MARINI, 1973, p. 18).
Desde esta perspectiva, se considera que las formas particulares que asume el ca-
pitalismo dependiente se reestructuran, como lo hace el capitalismo en general, para asegurar su reproducción ampliada en función del movimiento de la lucha de clases y las transformaciones en las fuerzas productivas. Estudios más concretos dan cuenta de que estas fases coexisten en una misma formación social donde incluso conviven varias formas de un mismo modo de producción, articuladas de manera compleja y guardando temporalidades propias.
A partir de una mirada histórica, Marini ubica el origen del capitalismo dependiente en el desarrollo del modelo exportador de materias primas gestado en AL, una vez alcanzada la independencia formal de los Estados latinoamericanos en el marco de la Revolución Industrial en Europa. A partir de estos dos fenómenos interrelacio-nados, AL se inserta en el mercado mundial desde una posición subordinada, que condiciona en su interior las relaciones sociales de producción.
La dependencia latinoamericana se explica a partir de las contradicciones de la producción capitalista en general y del modo en que AL se inserta en la dinámica del comercio internacional. Esta perspectiva se opone al etapismo del desarrollo y contribuye a superar sus derivaciones esquemáticas, según las cuales el mundo queda temporal y espacialmente escindido en dos, al entender que se trata de expresiones diferenciadas dentro de un mismo proceso histórico. Las periferias no están a la espera de la llegada del capitalismo y su consecuente proceso de desarrollo, sino que los antagonismos propios entre estas regiones son resultado del modo en que se dio el proceso de expansión capitalista a nivel mundial, siendo la dependencia tanto consecuencia como condición de dicho proceso.
Identificamos en la propuesta de Marini tres elementos fundamentales para explicar la relación de dependencia: la transferencia de valor, la interrupción del ciclo del capital y la superexplotación. A través de la recuperación de la teoría de valor de Marx, específicamente la configuración de la ley del valor en el ámbito de la circulación de capitales desarrollada en el tomo III de El Capital, se presenta la relación de dependencia como uno de los mecanismos que contrarresta la caída tendencial de la tasa de ganancia en el capitalismo central.
Para Marini, dicho mecanismo opera en AL a partir de distintas formas de transferencia de valor, que se dan desde capitales, ramas de producción y/o países con bajo nivel de desarrollo capitalista, hacia los capitales, ramas y países altamente desarrollados. Cada uno de estos tipos de transferencias de plusvalor está relacionado con los distintos ciclos del capital – mercantil, productivo y dinerario – expresados en las formas que asume el capital: comercial, industrial y capital, que deviene en interés (REYES, 2020).
En el ciclo dinerario del capital, se generan relaciones de intercambio desigual
donde se da una transferencia de valor desde los capitales y ramas con baja composición orgánica del capital hacia aquellas que tienen una composición elevada. Esta dinámica se explica a partir de la competencia capitalista en el comercio dentro de una misma rama de producción y entre diferentes ramas, tal como lo analizó Marx en El Capital. Ambas modalidades en el mercado mundial devienen en dos procesos: al interior de una misma rama se da la formación de un valor mundial de las mercancías; por otro lado, entre distintas ramas nos encontramos con la redistribución del plusvalor socialmente producido.
En el caso del capital industrial, la transferencia está dada por inversiones directas en países dependientes del capital transnacional cuya base territorial o sede está en países imperialistas. De esta forma, los grandes capitales extranjeros no sólo participan del proceso de producción de mercancías en países dependientes, sino que participan del proceso de extracción y apropiación del plusvalor.
Por último, y con respecto al capital que deviene en interés, generan transferencias de valor debido al pago de intereses de la deuda pública, bonos gubernamenta-les, amortización de préstamos bancarios etc. Estos diferentes tipos de transferencias internacionales de plusvalor se articulan, retroalimentan y asumen un peso relativo específico en distintos momentos.
Estas relaciones de transferencias de valor, en particular el intercambio desigual, tienen como consecuencia la interrupción del ciclo del capital a escala local, es decir, parte del valor producido en AL no puede ser acumulado en la economía nacional. Esta interrupción es saldada por los capitalistas de países dependientes en el plano de la producción.
Lo que aparece claramente, pues, es que las naciones desfavorecidas por el intercambio desigual no buscan tanto corregir el desequilibrio entre los precios y el valor de sus mercancías exportadas (lo que implicaría un esfuerzo redoblado para aumentar la capacidad productiva del trabajo), sino más bien compensar la pérdida de ingresos generados por el comercio internacional, recurriendo a una mayor explotación del trabajador. (MARINI, 1973, p. 123).
La “mayor explotación del trabajador” en las naciones desfavorecidas es lo que Marini denomina “superexplotación”, que puede definirse como el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor, el cual está representado por el costo de reproducción de la fuerza de trabajo y constituye una característica estructural del capitalismo dependiente. Según el autor, hay tres mecanismos que la definen: el aumento de la intensidad del trabajo, la prolongación de la jornada laboral y la reducción del consumo del obrero. Esta última es la modalidad específica de los países dependientes ya que, al destinar su producción a las necesidades del mercado mundial, éstos no de-
penden de la capacidad interna de consumo, por lo que se genera una escisión entre las esferas de circulación y de producción del capital.
A diferencia de lo que sucede en el “capitalismo clásico” de los países centrales, en las sociedades dependientes se desdibuja el doble carácter de productores y consumidores de la clase trabajadora, predominando su carácter como productores. En consecuencia: “[…] la tendencia natural del sistema será la de explotar al máximo la fuerza de trabajo del obrero, sin preocuparse de crear las condiciones para que éste la reponga, siempre y cuando se le pueda reemplazar mediante la incorporación de nuevos brazos al proceso productivo” (MARINI, 1973, p. 134). Marini (1979) sintetiza el ciclo del capital en la economía dependiente del siguiente modo:
El ciclo del capital en la economía dependiente se caracteriza por un conjunto de particularidades. Entre ellas el papel que juega el capital extranjero en la primera fase de circulación, tanto bajo la forma dinero como la de mercancía, así como el hecho de que la producción determina transferencias de plusvalía (que se harán visibles en la segunda fase de circulación); fija la plusvalía extraordinaria y se desarrolla sobre la base de la superexplotación del trabajo; ambos hechos llevan a la concentración del capital y a la monopolización precoz, al tiempo que divor-cian la estructura de producción de las necesidades de consumo de las masas. La distorsión en la distribución del ingreso que de allí se origina dinamiza, en la segunda fase de circulación, el sector del mercado capaz de sostener el desarrollo de las ramas de producción suntuaria, forzando a agravar esa distorsión en la medida en que dichas ramas aumentan su producción y demandan más mercado. Los límites con que choca esa segunda fase de circulación, tanto por la transferencia de plusvalía al exterior como por la deformación de la estructura de ingreso interna, la empujan hacia el exterior llevándola a buscar la realización de parte de las mercancías en el mercado mundial, con lo que se cierra el círculo de la dependencia del ciclo del capital respecto al exterior (en línea).
Desde un enfoque metodológico dialéctico, el autor aporta una clave para comprender el modo particular en que se inserta AL en el capitalismo mundial sin des-vincularlo de las condiciones específicas de la producción en el plano local. A partir de la comprensión de las formaciones sociales latinoamericanas como sociedades que atraviesan un proceso histórico de dependencia en relación con las potencias imperialistas, se pueden identificar tendencias generales del desarrollo del capitalismo en nuestro continente, que condicionan la estructura productiva y el ciclo de acumulación y, por ende, la modalidad que asumen las relaciones sociales involucradas. El carácter histórico-estructural de la categoría de dependencia abre una contri-bución incluso historiográfica, que permite distinguir diferentes periodos en virtud de las distintas maneras en las cuales se articula la relación de dependencia en la
región respecto al imperialismo. Marini apuntó que, dentro del modo de producción capitalista, se requiere un nivel de abstracción menor, que dé cuenta
[…] de la relación entre las estructuras de acumulación, producción, circulación y distribución de bienes, que es a lo que alude la noción de patrón de reproducción del capital […] se caracteriza por el papel decisivo de la demanda externa como campo de realización y, pues, como resultado y supuesto de la acumulación de capital. (MARINI, 1982, p. 14).
Desde esta perspectiva, es posible identificar tres patrones de acumulación y reproducción propios del capitalismo dependiente latinoamericano: en primer lugar, desde comienzos del siglo XIX, con la inserción de AL en el mercado mundial capitalista y la conformación de los Estados nacionales, se desarrolla el patrón agro-minero exportador; luego se da un proceso de industrialización para el mercado interno en la región, a partir de la crisis de 1929 y durante el periodo de posguerra; en tercer lugar, a inicios de la década 1970, comienzan a desarrollarse tres procesos complementarios de desnacionalización, desindustrialización y reprimarización, que perfilaron el actual patrón de reproducción: neoliberal exportador de especialización productiva, instalado en el marco de dictaduras militares y gobiernos autoritarios (OSORIO, 2004).
Los aportes de Marini asumen total vigencia para pensar nuestras sociedades desde una perspectiva integral y holística o de totalidad. Asimismo, esta recuperación no puede pensarse como un marco estático a ser rellenado con los datos que arroja la realidad contemporánea. En los procesos actuales de contraofensiva neoliberal a nivel mundial, podemos notar no sólo la vigencia de la dependencia sino su profundización. La globalización neoliberal consolidada hacia los años ochenta y en nuestro continente a lo largo de la década 1990, impone un nuevo orden mundial cuya géne-sis está en la base de las reflexiones de nuestro autor.
Neoimperialismo y la relación de codeterminación entre capital y Estado
La TMD muchas veces se juzga, injustamente, desde un sesgo economicista, que de-sagrupa a la estructura de las esferas superestructurales argumentando que pierde la capacidad analítica de la realidad. Sin embargo, la perspectiva de esta teoría no se aleja de la realidad, sino que tiene en cuenta tanto las especificidades y los cambios en el campo económico como la relación dialéctica entre los procesos externos e internos y la correlación de fuerzas entre ellos, incluso presentando diversos textos de análisis de coyuntura.
Retomamos en esta sección la relación entre capital y Estado, una de las esferas
superestructurales más importantes, para analizar después los cambios estructurales y superestructurales que se desarrollan históricamente en el capitalismo dependiente con el fin de asegurar la acumulación y reproducción del capital en la fase actual.
Mészáros (2010, p. 86) define al Estado como una “[…] estructura de mando política del capital más englobadora, [que] fue puesto en existencia, y se convirtió en una parte tan integral de la ‘base material’ del sistema como las propias unidades reproductivas socioeconómicas”. Desde esta definición, el autor supera las escisiones dicotómicas entre estructura y superestructura; y afirma que, además de ser una estructura política reguladora, el Estado tiene una gran importancia “[…] como componente material esencial del sistema en su conjunto, sin el cual el capital no podría afirmarse como la fuerza controladora del modo establecido de reproducción socio-
-metabólica” (MÉSZÁROS apud PANIAGO, 2012a, p. 82, traducción libre).
La relación entre capital y Estado está constituida por elementos entrelazados de modo tal que no es posible disociarlos; se da una “co-determinación” entre las unidades reproductivas materiales y el Estado en la cual “[…] la estructura de mando político nace para complementar (‘en el nivel adecuado de cobertura’), ante los defectos estructurales del sistema, los elementos reproductivos materiales, siempre de acuerdo con las dinámicas expansionistas del sistema del capital” (PANIAGO, 2012a, p. 85, traducción libre). Se da una relación dialéctica de correspondencia mutua entre capital y Estado que los hace surgir y coexistir.
Mészáros (2010, p. 60) afirma que el capital es “[…] por sobre todas las demás cosas un orden de control, antes que ser él mismo controlado – en un sentido más bien superficial – por los capitalistas privados”, y que el Estado en esa relación de “co-
-determinación” complementa el control del capital. Así, es posible reconocer la función del Estado en el control de los tres defectos estructurales del sistema del capital apuntados por el autor: la separación entre producción y control; entre producción y consumo; y entre producción y circulación.
Sobre el primer aspecto, el Estado debe “[…] sancionar y proteger a los medios y materiales de producción (por ejemplo, la propiedad radicalmente divorciada de los productores) alienados y a sus personificaciones, los controladores (por mandato estricto del capital) individuales del proceso de reproducción económica” (MÉSZÁROS, 2010, p. 72), conformando una estructura jurídica que asegure que no se rom-pan los desacuerdos constantes entre los microcosmos del sistema.
Además, el Estado es necesario para “[…] evitar las repetidas interrupciones que se producirían por la ausencia de una transmisión de la propiedad reglamentada por la fuerza – es decir legalmente prejuzgada y santificada – de una generación a otra” (MÉSZÁROS, 2010, p. 72), y para actuar correctivamente en los conflictos siempre
renovados entre las unidades socioeconómicas particulares. Esta intervención ocurre “[…] de acuerdo con la dinámica cambiante de la expansión y acumulación del capital, facilitando el predominio de los elementos y tendencias potencialmente más poderosos, hasta llegar a la formación de corporaciones transnacionales gigantes y de vastos monopolios industriales” (MÉSZÁROS, 2010, p. 72).
Respecto al segundo defecto estructural, el Estado
[…] debe ajustar siempre sus funciones reguladoras para ponerlas en sintonía con la cambiante dinámica del proceso de reproducción socioeconómica, complementando y reforzan-do políticamente la dominación del capital contra las fuerzas que pudieran atreverse a retar las flagrantes iniquidades de la distribución y el consumo. (MÉSZÁROS, 2010, p. 75).
Esa acción se da esencialmente debido a que la producción no se basa en las necesidades reales sino en necesidades de consumo imaginarias o artificiales, que son ajenas a la realidad y por esto mismo están condenadas a alcanzar su límite.
Además de la complementación política y el refuerzo de la dominación, el Estado asume la función de comprador/consumidor directo en escala siempre creciente, proveyendo “[…] desde la educación hasta el cuidado de la salud, y desde la construcción y mantenimiento de la llamada ‘infraestructura’ a la provisión de servicios de seguridad social” (MÉSZÁROS, 2010, p. 75), satisfaciendo algunas necesidades artificiales, como “[…] alimentar no solamente una vasta maquinaria burocrática de su propio sistema administrativo y jurídico, sino también el complejo militar-indus-trial inmensamente desperdiciador, si bien beneficioso para el capital” (MÉSZÁROS, 2010, p. 75-76).
En relación al tercer defecto estructural, el Estado “[…] está llamado a cumplir en el área del consumo, en primer lugar dentro de sus propio límites nacionales” (MÉSZÁROS, 2010, p. 76), sin embargo debe eliminar las barreras locales para permitir el libre crecimiento de los mercados, una exigencia básica del capitalismo. Mészáros sostiene que
La única vía que el estado puede intentar para resolver esta contradicción es la institución de una ‘doble contabilidad’: un nivel de vida considerablemente mayor para el trabajo – aunado a la democracia liberal – en casa (esto es, en los países ‘metropolitanos’ o ‘centrales’ del sistema del capital global) y un régimen explotador al máximo y al mismo tiempo inexorablemente autoritario (y, cada vez que resulte necesario, incluso abiertamente dictatorial), ejercido directamente o mediante representación, en la ‘periferia subdesarrollada’1. (MÉSZÁROS, 2010, p. 77).
Al hablar del estado autoritario, Mészáros se refiere a la ola de gobiernos de derecha y extrema derecha que sustituyó a la ola de gobiernos progresistas en América Latina en el siglo XXI. A diferencia del siglo
Como el Estado siempre se ajusta al desempeño de la función más adecuada para la acumulación del capital, en el momento de una nueva configuración financiera en los años sesenta (fase final de los años dorados), los Estados de los países dependientes adhirieron a una nueva estrategia del capital para salir de la crisis: endeudarse. El endeudamiento externo fue justificado por la necesidad de modernización y desarrollo nacional. Paniago (2012b, p. 67, traducción libre) afirma que
[…] durante la década de 1960, en los países periféricos, los déficits presupuestarios comenza-ron, gradualmente, a superar el superávit, aumentando rápidamente la dependencia generada por tales déficits, ya que eran irremediables con los recursos propios de una economía en caída.
Para pagar los préstamos, que superaban su presupuesto, estos Estados contraje-ron más deudas, generando un
[…] sometimiento de los Estados periféricos a condiciones aún más desfavorables al cruce de la crisis, trasladando riqueza al seno del sistema global a través de la transferencia de capitales y el pago de astronómicas deudas a través de intereses crecientes (a merced del mercado). Se establece una relación en la que se fomenta (e incluso se celebra la harta entrada de capital extranjero) la dependencia del capital extranjero en exceso en la búsqueda de inversiones rentables a cualquier precio, al tiempo que se exigen (internamente) políticas de austeridad y rigidez presupuestaria en la ejecución de las típicas actividades del Estado, como las políticas sociales en el ámbito de la educación, la salud, la vivienda, la asistencia social, etc. Creciente libertad para el capital y austeridad y moderación para las exigencias del trabajo (PANIAGO, 2012b, p. 68, traducción libre).
Tanto los sectores vinculados al capital imperialista, al estatal y de las burguesías nacionales, formaron el centro de los gobiernos militares en una relación de determina-ción recíproca. Teniendo predominio los actores estatales e imperialistas, estos queda-ron reservados a los sectores más lucrativos, mientras que los estatales se restringieron a las ramas de la infraestructura que subsidia la reproducción del capital extranjero y nacional. Conforme Ianni (2019, p. 77, traducción libre, cursivas nuestras),
[…] el poder estatal invirtió e indujo inversiones en los sectores de energía eléctrica (en el que creó el holding Eletrobras), petróleo (debido a la dinamización de Petrobras), en las industrias siderúrgica y de la construcción, vivienda y urbanismo, a través de la creación y dinamización del Banco
XX, cuando el autoritarismo se ejercía directamente por militares, en el siglo XXI se trata de Estados autoritarios delegados a los poderes estatales formales. En ambos momentos, los Estados dependientes latinoamericanos se ajustaron para asegurar la reproducción del capital imperialista.
Nacional de Habitação (BNH) y del Serviço Federal de Habitação e Urbanismo (Serfhau).
Los ejemplos de inversiones del sector estatal brasileño durante las décadas 1960 y 1970 – bajo la dictadura militar – permiten observar que en ese momento la fase de expansión imperialista requería la inversión pública de los Estados en ramas estratégicas; las mismas que serían vendidas y entregadas posteriormente al capital transnacional imperialista. Para comprender este proceso, importa profundizar en la discusión sobre la crisis estructural que va a reconfigurar el sistema capitalista en conjunto. Mészáros (2009, p. 51, cursivas del autor) identifica cuatro características que la definen:
su carácter es universal, en lugar de restricto a una esfera particular (por ejemplo, financiera o comercial, o afectando esta o aquella rama particular de producción, aplicándose a éste o a aquel tipo de trabajo, con su gama específica de habilidades y grados de productividad, etc.);
su alcance es verdaderamente global (en el sentido literal y amenazador del término), en lugar de limitado a un conjunto particular de países […]; 3. su escala de tiempo es extensa, continuada, o si se prefiere, permanente, en lugar de limitada y cíclica, como fueron todas las crisis anteriores del capital; 4. en contraste con las erupciones y colapsos más espectaculares y dramáticos del pasado, su modo de desdoblarse podría ser llamado de baja intensidad, desde que agreguemos la justificación de que ni siquiera las convulsiones más vehementes o violentas podrían ser excluidas en lo que se refiere al futuro: es decir, cuando la compleja maquinaria ahora activamente empeñada en la ‘administración de la crisis’, y en la ‘desarticulación’ más o menos temporal de las crecientes contradicciones, pierda su energía.
Estas características generales permiten diferenciar las crisis estructurales, que afectan a la totalidad del complejo social, todas sus relaciones y subcom-plejos, de aquellas no estructurales, que afectan apenas a algunas ramas o di-mensiones del complejo social sin poner en riesgo la forma vigente de reproducción social. Es importante resaltar que, ante una crisis estructural, las crisis no estructurales siguen pasando e intensifican el agotamiento del sistema capitalista y la barbarie hacia la cual la humanidad está caminando a pasos cada vez más acelerados.
También es necesario reconocer que existe una relación directa entre crisis estructural y crisis política, pues el Estado moderno es una “[…] estructura totalizadora de comando político del capital” (MÉSZÁROS, 2009, p. 54) y, por lo tanto, no es ajeno a una crisis de ese orden socio-metabólico. Este reconoci-miento contribuye a la comprensión de los cambios estructurales que produ-cen la crisis política en la periferia del capitalismo.
Después de los llamados años dorados, el capital mundializado entra en una nueva fase de expansión, en la cual el neoimperialismo impone una nueva configuración para la “[…] formación económica-social, política, tecnológica, cultural y militar del sistema capitalista globalizado” (SOTELO, 2021, p. 64), basada en las siete características desarrolladas por Adrián Sotelo:
El predominio del capital ficticio. Este tipo de capital no produce riqueza, sólo ganancias para sus dueños, hecho que lo convierte en res-ponsable de las bajas tasas de crecimiento de la actual fase neoliberal.
El mantenimiento del poderío militar imperialista estadounidense vinculado a los imperialismos de Europa y Japón. Este poder se usa ge-neralmente en la periferia del capitalismo, siendo Ucrania una excepción derivada de la lucha entre Rusia y Estados Unidos.
El mantenimiento de los países dependientes como exportadores de los artículos básicos necesarios para la expansión imperialista:
“[…] productos agrarios, mineros y de fuerza de trabajo (remesas), suministra mercancías industriales (mayoritariamente manufacturadas por empresas extranjeras), así como transfiere enormes recursos de riqueza material (petróleo, hierro, gas, ganado, agua, recursos forestales, marinos y agrícolas), monetarios y financieros” (SOTELO, 2021, p. 65).
La revolución informática que profundiza los procesos de centralización y concentración del capital en manos de unos pocos multimillo-narios en el mundo. La aceleración de la circulación de capitales y su valorización provoca “[…] intensas oleadas de fusiones y adquisiciones de empresas, activos, fuerza de trabajo, medios de producción y de consumo” (SOTELO, 2021, p. 65).
La dificultad de mantener tropas militares que garanticen efectiva y ventajosamente la expansión y dominio de los territorios.
El peligro latente de una guerra nuclear.
El neocolonialismo dependiente que, a través de las fuerzas militares, se anexiona países y territorios para operar a favor de los intereses del imperialismo estadounidense. Como señala Mészáros, lo que está en jue-go ahora es “[…] el control de su totalidad [planeta] por una superpoten-cia hegemónica y militar, con todos los medios – aun los más autoritarios y, de ser necesario, los militares más violentos– a su disposición” (apud SOTELO, 2021, p. 68).
Específicamente, la tercera característica se relaciona con el planteamiento de Ma-
rini respecto a la industrialización en el capitalismo dependiente, y expresa la profundización de esta relación con las transformaciones del neoimperialismo: el proceso de industrialización iniciado en los años treinta sufrió inicialmente una desacelera-ción y después una transformación de las ramas de producción para garantizar el suministro de las mercancías necesarias para la exportación de productos manufac-turados con baja tecnología, tanto para el consumo industrial como el consumo de las poblaciones de los países del capitalismo central.
En palabras de Marini (1973, p. 56), “[…] la industria siguió siendo allí una actividad subordinada a la producción y exportación de bienes primarios, que constituían, estos sí, el centro vital del proceso de acumulación”. A diferencia de la industrialización en el capitalismo central, el proceso de industrialización en los países dependientes continuó subordinado a la producción y exportación de bienes primarios.
Como veremos en la siguiente sección, a ello se sumará la privatización total o parcial de las empresas e industrias estratégicas, como las de energía, petróleo y gas, entregando al capital transnacional neoimperialista las ramas más dinámicas de los países dependientes, que pierden ingresos públicos del Estado y se transforman en rehenes de las políticas económicas de esos capitales.
Todos estos impactos se reflejan directamente en la reproducción social de las clases trabajadoras, que sufren la profundización de la superexplotación de la fuerza de trabajo adquiriendo, bajo el nuevo imperialismo, nuevos matices, desde la uberiza-ción, como reciente expresión de la flexibilización del trabajo, pasando por reformas laborales que permiten el salario a destajo y la insalubridad en los lugares de empleo, hasta condiciones de precariedad extrema.
Estas características dan cuenta de la complementariedad entre capitalismo e imperialismo, que forman una amalgama entre las demandas de la reproducción ampliada del capital y las demandas puntuales de acumulación de capital. En este marco, la dependencia representa un componente necesario del desarrollo desigual y combinado de dicha amalgama.
Sotelo (2021, p. 70) define al neoimperialismo como la “[…] fusión de los trazos del imperialismo clásico (1860-1989) con las nuevas cualidades y formulaciones que asume el imperialismo contemporáneo (1990-2017)”. Esta fusión requiere un Estado2 que garantice el cumplimiento de las demandas de reproducción, configurando así la forma neoliberal como su corresponsal:
[…] el neoliberalismo corresponde a los intereses del neoimperialismo expresados en la impo-
Así como la correspondencia del Estado con las demás fases capitalistas: competitiva y Estado liberal; monopólica y Estado keynesiano; ahora se identifica una fase imperialista con el Estado neoliberal.
sición de un conjunto de reformas estructurales y político-sociales cimentadas en la lógica irracional del mercado capitalista, en la privatización de las empresas productivas y de servicios del Estado, en la mercantilización del medio ambiente y de prácticamente todos los espacios de la vida humana y social. Importancia particular reviste la política neoliberal de desregulación del mundo del trabajo para “liberar” a la fuerza de trabajo de las “ataduras” del viejo Estado de bie-nestar, de los sistemas proteccionistas ford-keynesianos, así como del sindicalismo corporativo, que impiden su libre conversión en fuerza de trabajo flexible, rotativa y precaria para ajustarla al funcionamiento de los “mercados liberalizados”. (SOTELO, 2021, p. 70).
El Estado dependiente latinoamericano asume una forma particular de Estado burgués por el “[…] papel hegemónico que cumplen las clases dominantes imperialistas en el bloque en el poder de tales Estados y su impacto en el ejercicio del poder político en los países dependientes” (BICHIR, 2017, p. 43, traducción libre). Estas clases imponen las demandas de reproducción y acumulación del capital a los gobiernos de los países dependientes, que, en la relación dialéctica entre externo e interno, se orientan – en mayor o menor grado – hacia el neoliberalismo en la fase neoimperialista.
El binomio neoimperialismo-neoliberalismo garantiza la legitimación y funcionamiento de las relaciones sociales capitalistas en su nueva fase de expansión, donde el predominio de las empresas transnacionales y del poder político y militar del Estado imperialista neoliberal, subyuga las economías locales, pueblos y clases sociales que se opongan a sus intereses.
Cambios históricos y tendencias del patrón dependiente latinoamericano en el neoimperialismo
A partir de la IV revolución industrial, en proceso, y la crisis capitalista mundial re-conocida en 2008, el patrón neoliberal de acumulación y reproducción de capital en AL ha manifestado cambios que apuntan hacia dos tendencias, según la orientación de políticas económicas bajo los diferentes gobiernos en la región. Esto nos presenta la pregunta sobre la posibilidad de que dichas tendencias produzcan transiciones del patrón neoliberal en la actual fase del capitalismo globalizado o neoimperialismo.
Una de estas tendencias es la radicalización neoliberal que se expresa en la reprimarización de sectores estratégicos bajo control del capital financiero transnacional, mientras que la otra tendencia presenta elementos de ruptura respecto al neoliberalismo (SOTELO, 2021), expresándose principalmente en la reindustrialización estratégica bajo control nacional, sobre todo en el sector energético. Estas dos tendencias se presentan en los países de manera diferenciada, en función de sus propias estructuras.
En el plano político, la diferencia entre ambas tendencias está pautada por las relaciones de los Estados con los diferentes capitales locales, extranjeros y transnacionales; las contradicciones entre fracciones de las clases dominantes locales, muchas de ellas cada vez más integradas a intereses neoimperialistas; y, por el grado de desarrollo de la lucha de clases en cada sociedad, que se refleja en el alcance organizativo de movimientos sociales en resistencia y oposición, así como en las formas de gobierno que operan en la región.
Entendemos que estos fenómenos se presentan como respuestas, diferenciadas en cada formación social latinoamericana, frente a la crisis mundial capitalista que lleva a la búsqueda de nuevos espacios de valorización del capital y mecanismos de com-pensación mediante el avance monopólico sobre sectores estratégicos, produciendo nuevas disputas en la geopolítica imperialista y nuevas demandas desde los países centrales que impactan con fuerza en las economías dependientes latinoamericanas. En general, de las contradicciones de la lógica capitalista mundial resultan consecuencias históricas estructurales y coyunturales en cada espacio social y momento histórico específico. En particular, en AL cada cambio de patrón de acumulación y reproducción de capital implica movimientos en las alianzas de clase dentro del bloque dominante y en la correlación de fuerzas respecto a las clases dominadas, que se sintetizan en formas distintas de Estado resultantes de la base social, los pactos políticos y los intereses económicos que se prioricen desde el poder político estatal
(RAMÍREZ, 2021).
Como señaló Marini ([1994] 2012, p. 128), la creación del Estado es “[…] condición sine qua non para el surgimiento de naciones aptas para integrarse al mercado mundial”. En el caso de las formaciones sociales latinoamericanas, el primer momento de integración capitalista se expresó en la exportación de materias primas en el mercado mundial, que demandó el ciclo de expansión de capital con la II revolución industrial.
Desde los Estados nacionales latinoamericanos, a este momento corresponde el primer patrón de acumulación y reproducción del capitalismo dependiente desarrollado entre los procesos formales de independencia a inicios del siglo XIX y la con-solidación de sus respectivos Estados hasta mediados del siglo XX. A escala mundial, se producía la competencia interimperialista que derivó en las guerras mundiales ocurridas en la primera mitad del siglo XX, cuyo resultado más significativo fue el proceso de integración imperialista de los sistemas de producción (MARINI, 1969). Herencia del periodo colonial, el patrón primario exportador se basó en productos agrícolas y de extracción minera, alcanzando grados diferenciados de sofisticación y desarrollo según las circunstancias históricas de cada sociedad en particular. Va-
nia Bambirra analizó cómo el desarrollo del capitalismo en AL produjo dos grandes tendencias de estructuras dependientes respecto al proceso de industrialización, de acuerdo con el momento de establecimiento de relaciones típicamente capitalistas caracterizadas por “[…] la separación entre propietarios privados de los medios de producción, por un lado, y por otro, la oferta libre de la fuerza de trabajo” (BAMBIRRA, [1974] 1999, p. 33), es decir, las clases burguesa y trabajadora.
Ello produjo transformaciones modernizadoras en la organización social de la producción, como la formación de mercados internos y un mayor grado de desarrollo de las fuerzas productivas (avances tecnológicos, infraestructura, transporte, comunica-ciones, mayor capacidad técnica), en las que Bambirra se basó para clasificar como países de tipo A a aquellos que primero alcanzaron un mayor grado de desarrollo capitalista en la región latinoamericana entre mediados y finales del siglo XIX.
Se trata de Argentina, Brasil, México, y, en menor medida, Chile, Colombia y Uruguay, que desarrollaron una industrialización antigua potenciada por el proceso de sustitución de importaciones emprendido por las burguesías nacionales en respuesta a la gran crisis capitalista de 1929. Estos países tipo A instauraron el patrón industrial de acumulación y reproducción de capital entre 1930 y 1945 – según el grado de desarrollo capitalista alcanzado –, manteniéndolo vigente hasta la llegada del neoliberalismo entre 1970 y 1990.
El resto de los países latinoamericanos corresponden al tipo B3 de estructura capitalista dependiente, cuyo proceso industrial localizado y parcial sólo se desarrolló tras la II Guerra Mundial, como consecuencia del ciclo expansivo monopólico del capital volcado hacia AL, en búsqueda de nuevos mercados de inversiones y de receptores de la maquinaria y tecnología que los países imperialistas requerían para continuar expandiéndose a escala cada vez más amplia.
Siguiendo a la autora, en estas formaciones sociales no se consolidaron las burguesías nacionales, por lo que el desarrollo industrial estuvo bajo control directo de capitales extranjeros en alianza con la pequeña burguesía y terratenientes, concentrados en sectores exportadores agrícolas y manufactureros, respondiendo al momento de integración monopólica mundial de posguerra bajo la hegemonía de Estados Unidos.
Así, en los países de tipo B, el patrón industrial implementado entre las décadas 1950 y 1960 no produjo efectos dinamizadores en las economías nacionales, sino una concentración monopólica en los sectores exportadores por parte del capital extranjero, llevando a “[…] la descapitalización [interna], la incapacidad de absorción
Es importante destacar, por un lado, que Bambirra no incluye a Cuba en su análisis debido al proceso de transición al socialismo vivido tras la Revolución; por el otro, ella reconoce un tercer grupo de países que en esa época (1970) aún no habían comenzado a industrializarse: Haití, Paraguay y en alguna medida Panamá (1974).
de mano de obra, la restricción de los mercados y la explotación intensiva de ellos” (BAMBIRRA, [1974] 1999, p. 133).
En algunos casos, el Estado buscó controlar el sector primario mediante procesos de nacionalización de sus recursos; sin embargo, para inicios de los años setenta, los procesos de industrialización en la región alcanzaron su agotamiento. Entonces, el patrón industrial dependiente de acumulación y reproducción de capital se generalizó en AL entre 1950 y 1970, cuando los países de tipo A así como los de tipo B coinci-dieron en su desarrollo.
A diferencia de la perspectiva desarrollista,4 para la TMD la industrialización por sustitución de importaciones no garantizó una vía al desarrollo, sino que supuso un vínculo más complejo de dependencia ya que, además de bienes de consumo industrializados, los países dependientes requieren del exterior bienes de capital para desarrollar la industria interna. Sólo en el período entreguerras y en los países de tipo A, el eje de acumulación en AL se trasladó a la industria.
En consecuencia, este carácter temporal perpetuó la economía dependiente de exportación en lugar de superarla, profundizando su condición subalterna en el mercado mundial. Aún más, la industrialización dependiente descartó desde el inicio la participación de las clases trabajadoras en la creación de demanda interna, generando que la producción esté destinada hacia afuera y reafirmando la superexplotación de la fuerza de trabajo. En palabras de Marini (1973, p. 61-62, cursivas nuestras),
La compresión permanente que ejercía la economía exportadora sobre el consumo individual del trabajador no permitió sino la creación de una industria débil, que sólo se ensanchaba cuando factores externos (como las crisis comerciales, coyunturalmente, y la limitación de los excedentes en la balanza comercial [...]) cerraban parcialmente el acceso de la esfera alta de consumo al comercio de importación. Es la mayor incidencia de estos factores, como vimos, lo que acelera el crecimiento industrial, a partir de cierto momento, y provoca un cambio cua-litativo en el capitalismo dependiente. La industrialización latinoamericana no crea, por tanto, como en las economías clásicas, su propia demanda, sino que nace para atender una demanda pre-existente, y se estructurará en función de los requerimientos de mercado procedentes de los países avanzados.
Si bien fue la crisis estructural capitalista expresada en 1973 la que pautó el agotamiento del patrón industrial en AL, en las décadas subsiguientes las economías de-
Se trata de los planteamientos esbozados en el marco de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), principalmente en las décadas 1960-1970, que consideraban la dependencia como un factor externo a los países periféricos, por lo que ésta podría superarse mediante la implementación del desarrollo autónomo de las economías locales dirigidas por las burguesías industriales.
pendientes pasaron por tres procesos diferenciados, complementarios y progresivos de desnacionalización, desindustrialización y reprimarización, cuya combinación marcó el regreso “[…] a la forma simple de división internacional del trabajo que primaba en el siglo XIX y que involucraba el trueque de bienes primarios por bienes manufacturados” (MARINI, 1997, p. 59).
Marini (1997, p. 55) explica que tal crisis provocó en los países imperialistas una centralización salvaje de recursos y un retorno de las inversiones productivas, implicando “[…] cambios sustanciales en los niveles de empleo y remuneración, así como en los modos de organización y gestión del capital y la fuerza de trabajo”. A su vez, a principios de los años setenta, Bambirra observaba que, en los países latinoamericanos, también se iniciaba un proceso de desnacionalización de los principales sectores productivos como consecuencia de la creciente penetración de capitales extranjeros:
[…] se realiza, en todos los países, un proceso de monopolización que refleja, a la vez, la centralización y concentración industrial. […] en los países del tipo B, en la mayor parte de los casos, no sólo se mantiene como se extiende el dominio extranjero sobre los recursos naturales, como además la instalación de las industrias manufactureras se hace fundamentalmente bajo el control directo del capital foráneo. En los países del tipo A, los nuevos sectores industriales de bienes de consumo duradero y de bienes de producción son controlados por los conglomerados multinacionales. Ocurre, pues, la desnacionalización progresiva de la propiedad de los medios de producción, lo que corresponde a la pérdida simultánea del control nacional sobre el proceso productivo. (BAMBIRRA, [1974] 1999, p. 173, cursivas nuestras).
Los Estados latinoamericanos se descapitalizaron al tener que destinar enormes porciones del capital público al pago de la creciente deuda externa (como apuntamos en la sección anterior retomando a Paniago), lo que significó parar las inversiones en sectores productivos, dando paso a que el capital privado, muchas veces transnacionalizado, se erigiera como inversión necesaria para garantizar la producción de los bienes de exportación. En palabras de Bambirra ([1974] 1999, p. 105): “[…] el capital extranjero se convierte así en una necesidad intrínseca del funcionamiento del capitalismo dependiente y es a la vez, su componente descapitalizador y capitalizador. Es como el toxicómano: las drogas lo matan pero necesita de ellas para seguir viviendo”. Entonces, la fracción monopólica burguesa aliada al capital extranjero reorgani-
zó la estructura productiva, basada fundamentalmente en la superexplotación de la fuerza de trabajo, acaparando los sectores más dinámicos (telecomunicaciones, industria automotriz, maquila y ensamblaje, minería metálica) y relegando los capitales locales a aquellos sectores agrícolas y de materias primas para el mercado interno y, en menor medida, el mercado internacional. En palabras de Marini (1973, p. 74),
La producción basada en la superexplotación del trabajo volvió a engendrar así el modo de circulación que le corresponde, al mismo tiempo que divorciaba al aparato productivo de las necesidades de consumo de las masas. La estratificación de ese aparato en lo que se ha dado llamar “industrias dinámicas” (ramas productoras de bienes suntuarios y de bienes de capital que se destinan principalmente a éstos) e “industrias tradicionales” está reflejando la adecuación de la estructura de producción a la estructura de circulación propia al capitalismo dependiente.
Aunque la transición al patrón dependiente neoliberal se expresó de manera diferenciada en la región, según la concreción de los tres procesos mencionados, para la mayor parte de AL, el fin del patrón dependiente industrial se tradujo en la reprimarización de las economías, entendiendo este proceso como “[…] la vinculación de la producción de productos primarios (materias primas) y de manufacturas basadas en recursos naturales con el mercado mundial y donde las empresas transnacionales juegan un papel determinante” (SOTELO, 2014, p. 54).
De esta manera, con la instauración del patrón neoliberal exportador de especialización productiva, se alcanza la
[…] fase del capitalismo dependiente latinoamericano que tiende a especializar y monopoli-zar las actividades productivas en función del mercado mundial […] a partir de la aplicación, por el Estado, de políticas económicas de apertura comercial, privatización de las empresas del sector público, corrección de los desequilibrios de la balanza de pagos y del déficit financiero del gobierno. (SOTELO, 2014, p. 49-50).
Durante el desarrollo del patrón neoliberal dependiente, a partir de los años setenta, las economías latinoamericanas fueron diferenciándose nuevamente, aunque en agrupaciones distintas a las experimentadas bajo el patrón industrial que caracte-rizó Bambirra, según la reorganización de sus estructuras productivas y del grado de penetración neoimperialista en ellas. Siguiendo a Sotelo (2021), pueden distinguirse dos modalidades en la región.
La I modalidad corresponde a las economías que derivaron en un esquema de industria manufacturera vinculado estrechamente al ciclo de capital de Estados Unidos, “[…] sustentado en la superexplotación de la fuerza de trabajo, en bajos salarios y en la actividad maquiladora de exportación” (SOTELO, 2021, p. 157), siendo el caso de México y los países centroamericanos, cuya ejemplar expresión es la exportación de fuerza de trabajo para su superexplotación vía migraciones masivas, así como las remesas como principal ingreso dinamizador a escala local y nacional.
La II modalidad es aquella que derivó en un esquema de reprimarización agroe-xportadora basado en la venta de materias primas, alimentos y recursos energéticos en bruto (sin valor agregado), correspondiente a los países sudamericanos, principalmente Argentina, Brasil, Bolivia, Chile y Perú. En esta modalidad, el extractivismo y la dinámica del agronegocio son las actividades que sintetizan las contradicciones del patrón dependiente.
Los países bajo la I modalidad del patrón neoliberal se vieron afectados a partir de 2008, con la expresión planetaria que presenta la crisis mundial capitalista, debido a la caída de las exportaciones y los flujos de inversiones extranjeras, así como por la disminución de ingresos por remesas y turismo, consecuencia de la recesión en la economía estadounidense. Así, esta modalidad en México y Centroamérica estaría presentando “[…] signos de crisis y agotamiento, en particular en su núcleo duro, que es la industria maquiladora” (SOTELO, 2021, p. 162).
Mientras tanto, los países bajo la II modalidad, de reprimarización exportadora, se vieron menos afectados por la crisis de 2008, aunque presentaron impactos negativos por la caída de los precios de materias primas y energéticos en el mercado internacional que se verifica a partir de 2012. No obstante, el aumento reciente en la demanda de minerales y recursos energéticos provocado por la IV Revolución Industrial mantiene el dinamismo en estas economías, sujetándolas estrechamente a las fluctuaciones de los precios de materias primas en el mercado comercial y financiero internacional.
Durante la última década, el elevado desarrollo de las fuerzas productivas alcanzado con la IV revolución industrial tiene sus principales aplicaciones científico-tecno-lógicas en sectores de biotecnología, nanotecnología, robótica, inteligencia artificial, cadena de bloques, vehículos autónomos etc., cuyo rasgo en común es que necesitan, para desarrollarse, recursos minerales y energéticos que son abundantes en AL, como el litio, cobalto, níquel, grafito, cobre y manganeso. A esta nueva demanda de los países centrales (que ostentan la inversión y el desarrollo monopólico de tecnologías de punta) se suman los recursos convencionales que el capitalismo requiere, como petróleo, gas, agua, electricidad, tierras fértiles, fuerza de trabajo, principalmente, renovando así los intereses neoimperialistas sobre AL como centro de extracción y transferencia de valor para la expansión capitalista mundial.
De esta manera, la reprimarización de significativos sectores de las economías latinoamericanas somete a la región a procesos de profundización de la dependencia, entre ellos el avance del gran capital transnacionalizado sobre los recursos y sectores estratégicos, mediante acciones como la compra de activos públicos, privatizaciones de empresas estratégicas o adquisición de concesiones para la explotación de recursos.
Como veíamos en la sección anterior, todo esto es avalado por los Estados, que, bajo políticas económicas y reformas estructurales, permiten la penetración neoimperialista que le da vigencia al patrón neoliberal.5
En síntesis, en el actual contexto de acecho neoimperialista por los recursos estratégicos que yacen en AL pretendiendo satisfacer sus necesidades de acumulación y reproducción y, así, mitigar la crisis capitalista mundial, el patrón neoliberal dependiente expresa tendencias diferenciadas: en la I modalidad presenta signos de agotamiento, mientras que en la II asoma una radicalización neoliberal en respuesta al mercado externo como forma de ingreso de divisas.
Como expresión política y geopolítica de todo ello, actualmente existe un estado de tensión entre gobiernos progresistas, con sus respectivas diferencias (Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Honduras, México, Perú), y gobiernos contrarrevoluciona-rios de derecha (Brasil6, Ecuador, Guatemala, Paraguay, Uruguay). El neoimperialismo reafirma a AL en tanto región en disputa y espacio de la lucha de clases entre los intereses de las burguesías locales aliadas a capitales extranjeros y las clases dominadas cada vez más despojadas de los medios mínimos para su reproducción.
Por un lado, los gobiernos progresistas (también llamados pos-neoliberales) han apostado por revertir algunos signos del patrón neoliberal mediante la renaciona-lización de recursos, sectores o empresas estratégicas, la redistribución del ingreso público y una mayor presencia o engrosamiento del Estado en la economía, sobre todo en materia social (RAMÍREZ; GARCIA, 2022), asumiendo un carácter popular y de soberanía nacional aunque sin alcanzar la radicalidad que requiere un proceso de ruptura7 con el patrón dependiente vigente.
Por el otro, los gobiernos de derecha han priorizado los intereses neoimperialistas en detrimento de las grandes mayorías, radicalizado las políticas neoliberales para extraer cada vez mayor parte del fondo del consumo de la clase trabajadora, que es apropiado por el capital mediante la caída de salarios, la supresión de leyes laborales, el desempleo y la desocupación masiva, el recorte del presupuesto redistributivo y privatizaciones al sistema de pensiones, la seguridad social, los servicios energéticos básicos, el transporte público, la vivienda y la educación, principalmente.
Por ejemplo, las reformas estructurales en México entre 2012 y 2015 que buscaban la liberalización de recursos energéticos (electricidad y petróleo) o aquellas decretadas en Brasil tras el golpe de 2016, que culminaron en la liberalización de Petrobras durante todo el gobierno de Bolsonaro y la privatización de Eletrobras en 2022, que fueran las principales empresas estatales.
Lula ganó las elecciones el 30 de octubre de 2022 y es parte de su proyecto de gobierno la reestatización de Eletrobras y la inversión en políticas económicas, sociales y ambientales – aunque defienda también el agronegocio, que ha profundizado la reprimarización exportadora en Brasil.
Dicha radicalidad rupturista sí está presente, en cambio, en Venezuela, aunque no se haya logrado superar la dependencia estructural para consolidar la transición al socialismo.
De esta manera, el límite de los gobiernos progresistas está pautado por el propio patrón neoliberal, que mantiene en funcionamiento el capitalismo dependiente y su relación con el neoimperialismo, así como por la ausencia de cambios en la estructura y funcionamiento del Estado burgués. Mientras tanto, las políticas económicas implementadas en países, precisamente sudamericanos, bajo el retorno de la derecha durante la última década (2012-2022), marcaron una tendencia a la reprimarización extractivista que profundizó el patrón neoliberal exportador, incluso donde se había alcanzado un mayor desarrollo de fuerzas productivas y mejoras en la economía, como en Argentina y Brasil.
Si bien las orientaciones políticas y económicas de los gobiernos pueden incidir en la construcción de alternativas al neoliberalismo, es necesario un proceso de radicalización social (como lo hace la derecha contrarrevolucionaria con la profundización del neoliberalismo) que se exprese en la organización de las clases trabajadoras y bases populares. Solo este proceso puede modificar las estructuras estatales y sociales para que se pueda transitar hacia un nuevo patrón, que no sea de acumulación y reproducción del capital, sino que inaugure una nueva etapa para los pueblos latinoamericanos y una nueva fase histórica del Estado en la región.
Consideraciones finales
Al reconocer que la reproducción ampliada del capital exige una relación dialéctica entre todos los países del mundo, entendemos que los países latinoamericanos ejer-cen la función específica de subsidiar tanto a los procesos de producción como a los de reproducción de los países centrales. Esa función de subsidio cambió a lo largo del tiempo, de acuerdo con los cambios de la fase de expansión imperialista y los cambios en las fases productivas pautadas por las revoluciones industriales-tecnológicas. El método de análisis adoptado por Marini y, en general la TMD, nos da claves para pensar los fenómenos y las luchas políticas, que refieren a la posición de las clases en función de especificidades dadas por las características que asumen la reproducción y acumulación del capital en cada momento histórico. Comprender las formaciones sociales latinoamericanas en estos términos supone una deriva fundamental en el plano estratégico: la superación de la dependencia no se realizará con
una profundización del desarrollo capitalista ya que es consustancial al mismo.
En la fase neoimperialista, las demandas se han incrementado y los países dependientes se ajustan, una vez más, para dar cuenta de ellas, con diferencias vinculadas tanto a condiciones estructurales como al peso que la correlación de fuerzas tiene en la esfera política y que se expresa en gobiernos de tendencias progresistas.
El Estado dependiente latinoamericano, como una particularidad del Estado burgués, se limita a acciones condicionadas por la reproducción y acumulación del capital. No le compete al Estado una ruptura radical con la lógica capitalista, salvo que éste sea dirigido por un proyecto estatal derivado de las clases trabajadoras en el poder. Como adherentes a la TMD, concordamos en que la superación de la dependencia sólo es posible con la superación del capitalismo.
Los efectos de la crisis estructural capitalista desde los años setenta en los países latinoamericanos, impuestos por la necesidad de reproducción y acumulación del capital, generan el binomio neoimperialismo-neoliberalismo que impone la transición hacia el actual patrón dependiente mediante los tres procesos diferenciados, complementarios y progresivos que aquí distinguimos: desnacionalización, desindustrialización y reprimarización.
En el actual contexto, los gobiernos progresistas (o pos-neoliberales) electos po-pularmente intentan interrumpir o, en el mejor de los casos, invertir la profundización del neoliberalismo en AL, teniendo como límite el carácter clasista del Estado burgués. Aunque observamos que la presencia de esta oleada progresista posibilita replantear proyectos de carácter popular y de soberanía nacional que pueden em-pujar la lucha de las clases trabajadoras hacia la ruptura de la dependencia, consideramos que la transición hacia un nuevo patrón de reproducción fuera de la lógica capitalista sigue en manos de las clases trabajadoras y las bases populares.
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